Junto a los instrumentos que debe haber en cada salmo a la hora de su celebración nos encontramos, fundamentalmente en los títulos, algunas referencias a melodías. Cómo tienen que ser las melodías y los ritmos que deben llevar los instrumentos para que el salmo sea recitado a la perfección. Hay una serie de salmos que comienzan en su título con la advertencia: «Según la [melodía] de Gat» (Sal 8; 81; 84). Otros dicen claramente: «Según la melodía: «Lirios…»» (Sal 45; 69) y el salmo 80 que completa el título: «Según la melodía: «Lirios es el dictamen»». Parecida es la referencia del salmo 60 que dice: «Según «El lirio del testimonio». Otros salmos nos remiten a otras melodías: «Sobre «La cierva de la aurora»» (Sal 22), «Según: «La opresión de los príncipes lejanos»» (Sal 56).
A los que tenemos que añadir la colección de los salmos «No destruyas» que, posiblemente, formen parte de una serie que nos remite a una misma melodía que tiene ese título. Como vemos la música de los salmos no es uniforme. Cada salmo tienen sus propias características, exige unos determinados instrumentos y sigue una melodía adecuada. El canto de los salmos estaba acompañado por la música y todo tenía que estar perfectamente acompasado para poder decir las palabras del Eclesiástico: «Los salmistas también lo alababan con sus voces, el son vibrante formaba una dulce melodía» (Sir 50,18).
Salmo 137
1 Junto a los canales de Babilonia nos sentábamos,
y llorábamos al acordarnos de Sión.
2 En los álamos que había en la ciudad
colgábamos nuestras arpas.
3 Allí, los que nos tenían cautivos
nos pedían que entonáramos canciones;
nuestros opresores nos pedían estar alegres;
nos decían: «¡Cantadnos un cantar de Sión!»
4 ¿Cómo cantar las cantos del Señor
en una tierra extraña?
5 Ah, Jerusalén, Jerusalén,
si me olvido de ti,
¡que se me paralice la mano derecha!
6 Si de ti no me acordara,
ni te pusiera por encima de mi propia alegría,
¡que la lengua se me pegue al paladar!
7 Señor, acuérdate de los edomitas
el día en que cayó Jerusalén.
«¡Arrasadla —gritaban—,
arrasadla hasta sus cimientos!»
8 Hija de Babilonia, que has de ser destruida,
¡dichoso el que te haga pagar
por todo lo que nos has hecho!
9 ¡Dichoso el que agarre a tus pequeños
y los estrelle contra las rocas!